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Presentamos esta experiencia, que se ha realizado de forma intersectorial, con la colaboración de profesionales de salud, de servicios sociales, y profesionales del Centro de Salud Comunitaria Marie Langer que están desarrollando una labor en el mismo municipio.

El planteamiento de trabajar con los hombres desempleados surge de una lectura de las necesidades que permitió a los profesionales identificar y comprender la problemática de estos hombres que se hacía presente en distintos espacios de consulta y canalizarla a una intervención de tipo comunitario.

Partimos de que la problemática del hombre se relaciona directamente con ser educado en un rol asignado muy vinculado al papel de trabajador y proveedor familiar, y a la desconsideración de otros aspectos vitales personales y sociales de su autonomía.

Vemos que, a diferencia de la mujer, la problemática del hombre como tal entra poco en las consultas. Cuando lo hace, muchas consultas son sugeridas por la mujer (esposa, novia madre,) que a  veces lo acompaña, y a menudo es quien explica lo que le pasa. Es sabido que los hombres consultan menos al médico, y muchas veces lo hacen “demasiado tarde”, cuando el problema de salud está demasiado avanzado.

Y es que ser educado en un rol asignado que le exige al hombre “poder con todo”, sintiendo que “a mí no me pasa nada”  es muy funcional a su rol de trabajador eficaz, pero  determina  una particular relación entre el hombre y su cuerpo que hace difícil su cuidado. El hombre siente que, o bien “puede con todo”, “yo estoy bien”, “todo está bien”, y en consecuencia no tiene porqué consultar; o por el contrario, “algo no anda bien” no entiende que es lo que no funciona,  no encuentra sentido,  está “entregado”, “rendido” o furioso. El hombre vive exigido con tener que “dar la talla”,  no puede mostrar vulnerabilidad, y esto lo expone a numerosas situaciones conductas de riesgo en relación a su salud.

El tema del paro lo hace entrar de manera más dolorosa. Como el hombre construye el centro de su identidad como “ser trabajador”, en consecuencia el estar desempleado golpea de forma  dura y particular en ellos. Si está desempleado, ahora sí que puede que les veamos más en las consultas. Insomnio, ansiedad, irritabilidad, depresiones, somatizaciones, agravamiento o aparición de  patologías corporales. Y el hombre también entra con toda su problemática, que puede ser  puesta de manifiesto  y trabajada en una intervención de tipo grupal, que se ofertó en el Centro de Salud, para hombres desempleados de 40-60 años.

La captación se realizó en las consultas de trabajo social, de medicina y enfermería de los centros de salud. Los hombres se acercaban a las consultas de trabajo social en busca de ayudas sociales o modos indirectos de encontrar trabajo por sí mismos o derivados de la consulta de medicina. En muchas ocasiones, arrastrados por la crisis  vital que les supone estar en paro y conflictos familiares derivados de esta situación. En las entrevistas previas que realizaban las trabajadoras sociales se ponía el acento en que no era una actividad para conseguir trabajo sino para dar claves con vistas a manejar la situación que les tocaba vivir.

Se trabaja con el programa de la Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios (ProCC) La problemática silenciada del hombre, que se desarrolló en diez reuniones de dos horas semanales los lunes de 9.30 a 12.30 en el Centro de Salud Alicante de Fuenlabrada.

Los 23 hombres que participaron en el grupo han podido asistir regularmente: juntarse, hacer red, hablar de lo que les pasa y lo que sienten, lo que en el caso del hombre es particularmente sanador. A lo largo de las reuniones los participantes han podido ir quitando el foco de la problemática del trabajo y el empleo como la única, e ir recuperando otras áreas que antes quedaban fuera de su mirada (desde el cumplimiento de un rol que obliga a “poder con todo” que ahora empiezan a cuestionar): los afectos, la familia, el cuidado, la paternidad, la pareja, la salud, etc. cuestiones éstas que apuntan al desarrollo de la autonomía personal y social.

Cabe destacar que el nivel de participación y compromiso de los participantes fue altísimo, dándose una media de asistencia del 90% a las reuniones y estando las inasistencias avisadas y justificadas previamente.

Con la intervención comunitaria se contribuye así, una vez más, a que mejore la sensación subjetiva de malestar, que los participantes exploren patrones más saludables de relación y actuación, en suma que las personas sean menos dependientes. Y en consecuencia no se desgasten tanto los profesionales de salud con demandas (como supone el desempleo hoy)  que no puede resolver en sus causas pero que le llenan la consulta con los efectos (ansiedad, depresión, adicciones, etc.) y así no se medicaliza una problemática que tiene su origen en causas sociales.

El mencionado grupo de hombres actualmente, una vez finalizado el programa, se sigue juntando acompañados por algunas de las trabajadoras sociales que han participado en la experiencia para profundizar lo trabajado y ver formas de transmitir a otros hombres su experiencia y los aprendizajes logrados. Redactaron un texto dando cuenta del proceso vivido que denota nuevas capacidades y diferente posición ante la situación vital que atraviesan. Nos proponemos realizar experiencias con este programa en la medida de nuestras posibilidades en otros centros de salud y darlo a conocer entre los profesionales.

Concluimos finalmente que la dimensión comunitaria de la Atención Primaria, es necesaria, posible, que tiene su ámbito de aplicación, que tiene resultados. Y que es posible un menor grado de medicalización de los malestares cotidianos  y también un menor desgaste de los profesionales mediante la utilización de los espacios grupales para problemáticas específicas.

Alfredo Waisblat
Elena Aguiló
Jorge Gómez

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