Conferencia de Mariela Castro Espín en el 7º Congreso Cubano de Educación, orientación y terapia sexual. La Habana, 16 de septiembre de 2015. Palacio de Convenciones.
“Cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas”[1]
La educación integral de la sexualidad es una inversión para el avance económico y social y una apuesta segura y justa hacia proyectos de desarrollo sostenible, como hemos defendido muchos de quienes nos reunimos en esta sala en diversos foros.
Sin embargo, no es posible hablar de procesos de educación integral de cualquier tipo si no existe una clara conciencia de que antes es preciso impulsar la paz, el crecimiento económico sostenido e inclusivo, el progreso social y la protección del medio ambiente como vías para coadyuvar a una mayor justicia social y emancipación humana.
Pensar en clave de Educación Integral de la Sexualidad presupone, por tanto, posicionarse conceptualmente con respecto al desarrollo; un concepto histórico que ha evolucionado de acuerdo al pensamiento humano y los valores dominantes en la sociedad y que, por tanto, no tiene una definición única, exclusiva.
Cada sociedad y época han aportado su propia formulación de qué es el desarrollo, teniendo en cuenta las convicciones, expectativas y posibilidades que predominan en ellas. El concepto, por tanto, se relaciona con la idea de futuro que cada sociedad se propone como meta para el colectivo humano.
Para nosotros, hoy, el desarrollo podría conceptualizarse como la realización de un potencial de cambios cualitativos, donde el factor conciencia, en el uso eficiente de recursos endógenos, propios, puede favorecer el mejoramiento de la calidad de vida. Se trata de un proceso de superación de contradicciones enfocado en conseguir la emancipación humana, siempre que prevalezca la cualidad comunitaria. Expresa, además, un vínculo humano caracterizado por la conciencia crítica frente a la realidad que nos rodea, la participación cooperada y la búsqueda de proyectos de vida, como guía fundamental de la acción transformadora.
En nuestro mundo contemporáneo, globalizado y veloz, los desiguales niveles de desarrollo hacen inviable la aplicación de una propuesta universal y única de desarrollo; una realidad que aplica también, y muy particularmente, a nuestra región latinoamericana. Las políticas y programas varían según el grado de progreso de cada país, su sistema político, sus valores, sus metas sociales, la situación geográfica, sus recursos y las potencialidades de avance con las que cada uno cuente. Lamentablemente, son los países que más necesitan desarrollo los que menos condiciones poseen para lograrlo, desde el punto de vista de sus recursos materiales y humanos. Ante un mundo en crisis, con múltiples inequidades, se requiere de nuevas formas de organización social, donde no solo los gobiernos, sino la comunidad toda, propongan, decidan y participen en los procesos de construcción de futuro.
En el ámbito de la cotidianeidad, las contradicciones se expresan en disímiles malestares, los cuales en estado de latencia, constituyen serios obstáculos para encaminar los procesos de desarrollo. De ahí la necesidad de potenciar la conciencia crítica de los actores sociales en torno a ellas, pues solo en un permanente proceso de cuestionamiento se pueden identificar las verdaderas causas que las producen, y plantear alternativas efectivas de solución.
Para Marx, el desarrollo humano es un proceso histórico de pérdida y recuperación de la esencia humana y es conocido como esencia contradictoria[2]. La génesis de este fenómeno, que tiene carácter histórico, se da en el proceso de enajenación fundado en el principio de la vendibilidad universal: todo se compra y todo se vende. Esta posición no admite una concepción del desarrollo ni atemporal, ni lineal; por el contrario, busca y encuentra sus contradicciones, que pueden apreciarse con mayor nitidez en la contemporaneidad.
Esta definición marxista puede considerarse un concepto de desarrollo sostenible, si partimos de que este –según los debates contemporáneos – busca satisfacer las necesidades de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas. O sea, que implica el derecho al desarrollo humano a todas las generaciones actuales y futuras, partiendo de una gestión racional de los recursos disponibles en el planeta.
En una situación internacional de grave crisis humanitaria, para construir estrategias de desarrollo, es necesario saber diferenciar cuál es la propuesta dominante y cuáles son las otras alternativas posibles. Asimismo, es importante conocer las diversas fuerzas en juego y entender los procesos históricos que desembocan en el presente. En este sentido no podemos obviar que los prejuicios y arquetipos sociales fueron impuestos como recursos de dominación de las antiguas colonias europeas y aún están presentes en el imaginario de las sociedades contemporáneas. Por tanto, se impone tomar conciencia del momento en que vivimos y asumir un papel activo y protagonista en la construcción del futuro, apostando por el modelo de progreso más humano y viable.
En nuestro escenario actual resulta difícil hablar de desarrollo sostenible cuando más de mil millones de personas viven en la extrema pobreza, a la vez que se mantiene y crece la desigual distribución del ingreso; cuando cada día sufrimos de impotencia frente a las imágenes de personas que se desplazan desesperadamente huyendo de conflictos diversos, muchos de ellos provocados por las potencias occidentales. Alcanzar el desarrollo sostenible, también pasa por eliminar la desigualdad en las relaciones económicas internacionales, garantizar una real voluntad política encaminada a eliminar las profundas brechas entre países pobres y ricos; pero también eliminar las diferencias existentes al interior de cada país. Igualmente, el desarrollo sostenible seguirá siendo un proyecto esquivo si no existe una acción concertada para erradicar la pobreza que afecta esencialmente a las mujeres, las niñas y los niños, a las personas jóvenes y otros grupos víctimas de condiciones de vulnerabilidad.
En pocas palabras, no habrá avances sustantivos si no se garantiza el derecho al desarrollo de la mayoría de los estados miembros de las Naciones Unidas: eliminar la desigualdad en los ámbitos nacionales e internacionales debe convertirse en un objetivo de desarrollo sostenible. Sus metas específicas y medios de implementación deben ser parte esencial de las agendas de desarrollo.
Los recién definidos Objetivos de Desarrollo Sostenible se revelan, entonces, como incentivo para movilizar a la comunidad internacional de cara a la construcción de proyectos sustentables para el futuro. Sin embargo, la agudización de las condiciones estructurales que generan las desigualdades e inequidades, las resistencias a modificar tradiciones basadas en prejuicios o en el apego a posiciones históricas de poder de unos grupos sobre otros, continúan obstaculizando el camino para el diálogo y la construcción colectiva de políticas que potencien y establezcan la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres, las personas jóvenes y las pertenecientes a los sectores más empobrecidos y excluidos de la sociedad.
Con frecuencia la discusión sobre estos temas, que resultan incómodos y polémicos, tiende a ser ignorada, banalizada o postergada en los debates políticos y legislativos, sin considerar su alto costo para el desarrollo. Incluso, en algunos países con sistemas jurídicos avanzados en el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, cuando se hace un análisis jurídico general y específico de las personas que sufren discriminaciones, se puede comprender que la igualdad en la ley no garantiza necesariamente la igualdad en la práctica. Se requieren estrategias que transformen los elementos estructurales y culturales de estos sistemas, pero sobre todo voluntad política: Ignorar estos temas en toda su complejidad y profundidad es también, sin dudas, un posicionamiento político.
Vivimos un momento de oportunidad para centrar nuestros esfuerzos en agendas de desarrollo donde las personas sean la prioridad, y el respeto a todos los derechos sea el principio de los procesos de transformación social y económica.
La revisión del Programa de Acción de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (CIPD) de El Cairo, finalizada en el 2014, mostró dos décadas después, que las ganancias logradas en materia de desarrollo, enmascaran enormes inequidades entre los países y al interior de ellos. Por ejemplo, queda claro que los logros en materia de atención a los procesos de embarazo y parto están sobre-representados en los grupos de la población de mayores ingresos, mientras que se ha logrado muy poco en el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva (SSR) de los más empobrecidos. Es decir, la mayor incidencia de morbilidad y mortalidad materna, el aborto inseguro y otros indicadores negativos relacionados con la SSR se observan entre las mujeres y niñas en condiciones de vulnerabilidad, y en los países más pobres.
La Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de El Cairo, reconoció que “la educación es un factor clave del desarrollo sostenible, indispensable para lograr el bienestar, la salud y la calidad de vida”. Entre otros temas, el acceso a la educación contribuye a reducir las tasas de mortalidad, retrasar la edad del matrimonio, empoderar a las mujeres y las niñas, fomentar la equidad de género, la democracia y el ejercicio pleno de los derechos humanos universales y los derechos sexuales y reproductivos.
El Programa de Acción de El Cairo, aunque ha logrado avances, mantiene plena vigencia, expresada en la decisión de prorrogarlo a través de la Resolución 65/234 de la Asamblea General de Naciones Unidas de 2014.
En ese camino, continuamos defendiendo el papel transformador de la educación y, en particular, de la educación integral de la sexualidad (EIS), reconocida como una importante estrategia para que las sociedades y las personas tomen decisiones autónomas y responsables.
Las contradicciones del desarrollo tienen una expresión concreta en la sexualidad, que constituye una compleja dimensión de la condición humana. Su desarrollo pleno depende de la satisfacción de necesidades de diversas naturalezas. Se dinamiza y expresa en las relaciones sociales y se incorpora en un proceso de individualización en el que se apropian del sistema de normas, valores, comportamientos, vivencias y conocimientos, entre otros. Ante la importancia de estos eventos vitales en la vida de las personas, es necesario favorecer ese desarrollo pleno con un proceso de Educación Integral de la Sexualidad (EIS) que comprometa al Estado e involucre a todos los actores sociales.
Durante los últimos años se han logrado notables avances relacionados con la educación integral de la sexualidad, la salud y los derechos sexuales en países de diferentes regiones del mundo. Sin embargo, aún persisten problemáticas que inciden negativamente en la vida de las personas, principalmente en los países en desarrollo.
Si bien contamos con instrumentos internacionales que comprometen a los Gobiernos, y la mayoría de los países implementan políticas públicas relacionadas con la salud y la educación de la sexualidad, entre otros, el panorama en materia de desigualdades, pobreza, y del ejercicio de los derechos no ha cambiado sustantivamente.
Jóvenes de ambos sexos continúan infectándose con el VIH. Cada día, casi un millón de personas contrae una infección de transmisión sexual y 800 mujeres mueren por causas relacionadas con el embarazo y el parto; más de 200 millones de ellas, en los países en desarrollo, desean evitar el embarazo pero carecen de acceso a una anticoncepción efectiva y 7 de cada 10, en todo el orbe, experimentan violencia. Las niñas y adolescentes, por su parte, mueren más por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto que por cualquier otra razón. Según el Informe del Estado de la Población Mundial del Fondo de Población de las Naciones Unidas del 2013, un estimado de 14 millones de matrimonios infantiles ocurrirá anualmente en los países en desarrollo durante la próxima década.
Estas evidencias son resultados de las desigualdades sociales que exigen una acción rápida y contundente de la sociedad global.[3] La desigualdad económica se ha expandido en alrededor de la mitad de los países del mundo durante el periodo de vigencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y nos encontramos frente a un único desafío: urge tomar medidas que transformen las realidades sobre las cuales se construyen hoy las agendas de políticas públicas.
Recientemente, en la I Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), se aprobó el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo, documento que incluye más de 120 medidas sobre ocho temas[4] identificados como prioritarios para dar seguimiento al Programa de Acción de El Cairo, acordado en 1994.
Las delegaciones de los países participantes señalaron que la integración plena de la población y su dinámica en el desarrollo sostenible con igualdad y respeto de los derechos humanos es el marco general que debe guiar la profundización de las políticas públicas y acciones necesarias para erradicar la pobreza, la exclusión y desigualdad. En este ámbito, acordaron también aplicar un enfoque de derechos humanos con perspectiva de género e interculturalidad en el tratamiento de los asuntos de población y desarrollo. Estas son evidencias de las acciones realizadas por el Sistema de Naciones Unidas para dar respuesta y contribuir a la salud sexual y al desarrollo de la población.
Tuve la oportunidad de participar en este encuentro, junto con otros colegas de Cuba, algunos de los cuales nos acompañan hoy. Allí expresé: “Debe ser responsabilidad jurídica y ética de cada uno de los gobiernos, diseñar, aplicar y evaluar políticas públicas que expresen el riguroso cumplimiento de los derechos humanos universales. Deben, asimismo, promover la conciencia crítica, la participación solidaria y la gestación de proyectos individuales y colectivos para una sexualidad placentera y libre en tanto responsable. Estas políticas, deben caracterizarse por un adecuado tratamiento en términos de género, orientación sexual e identidad de género, en el sentido de dignificar diferencias con enfoque ético y de integración social”[5].
A solo tres semanas de celebrarse, en México, la II Segunda Conferencia Regional de Población y Desarrollo, el VII Congreso Cubano de Educación, Orientación y Terapia Sexual, se propone facilitar un diálogo científico anclado en el compromiso político y social de transformar el mundo. Es importante destacar que, partiendo de este presupuesto, algunas de las actividades de este Congreso se han propuesto aportar insumos para la reunión de México, como la Segunda Reunión de Expertas/os en Estrategias y Programas de EIS en América Latina y El Caribe y el Foro para el Fortalecimiento del Diálogo político estratégico sobre programas de EIS y el Taller sobre el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (PRONESS).
El Documento “Transformando nuestro mundo: La agenda 2030 para el desarrollo sostenible”, que será aprobado formalmente durante la Cumbre de las Naciones Unidas para la adopción de la agenda de desarrollo posterior a 2015, enfrenta un dilema expresado en su propio título. Hasta el momento la ONU ha llamado la atención sobre los graves problemas del mundo actual que deben ser superados, pero no visibiliza sus causas estructurales y, por tanto, tampoco ofrece alternativas de soluciones efectivas.
Amigas y amigos:
Cuba insiste en la urgencia de un nuevo orden económico y financiero internacional, justo, inclusivo y equitativo, que promueva el ejercicio más amplio de los derechos humanos de todas las personas y los pueblos.
Se precisa, además, una verdadera voluntad política de los países desarrollados para cumplir sus compromisos de Ayuda Oficial al Desarrollo y de cooperar en la formación de recursos humanos, la transferencia de recursos financieros y tecnológicos.
Hemos demostrado con grandes sacrificios y humildad que las utopías son posibles. Pero abrir procesos concretos de cooperación internacional es un imperativo para lograr un mundo de justicia, libertad e igualdad plena.
Aprovecho la ocasión para agradecer a todas las instituciones y organizaciones que nos han apoyado, a los comités organizador y científico por su esmerada labor y, especialmente, a ustedes por responder a nuestra convocatoria y hacer posible este congreso.
De manera especial deseo expresar nuestra gratitud al UNFPA, Fondo de Población de las Naciones Unidas que, a través de su Oficina Regional y de Cuba han respaldado y apoyado la organización de esta importante reunión.
Les deseo a todas las personas que nos acompañan en el VII Congreso de Educación, Orientación y Terapia Sexual éxitos en su trabajo, que puedan aprovechar los espacios de diálogo fructífero que, con toda seguridad, aportará este encuentro.
Muchas gracias y feliz estancia en Cuba
[1] Tomado de Marx, Carlos (1973) “Carta a W. Bracke, O. E. T. III, Progreso, Moscú P. 8.
[2] Concepto manejado en los Cuadernos Filosóficos de 1844
[3]Castro Espín M. Carta de la directora. Rev. Sexología y Sociedad,19(51), junio; 2013
[4]Los ocho temas abordados son: 1- Derechos, necesidades y demandas de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. 2-Envejecimiento, protección social y desafíos socioeconómicos, 3- Acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva. 4- Igualdad de género, 5- La migración internacional y la protección de los derechos de todas las personas migrante, 6- La desigualdad territorial, movilidad espacial y vulnerabilidad ambiental 7- Pueblos indígenas, interculturalidad y derechos. 8- Afrodescendientes, derechos y combate al racismo y la discriminación racial.
[5]Castro Espín, M; Rivero Pino, Ramón; Guerrero Borrego, Natividad; Díaz Figueroa, Yasmany; VazquezSeijido, Manuel: “La salud sexual y reproductiva de adolescentes y jóvenes en América latina y el Caribe. Una mirada con catalejo de Cairo más 20”. Ponencia presentada a la I Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe. Montevideo, agosto, 2013.