Los triángulos amorosos (escalenos, isóceles y de todo tipo) han poblado el cine desde sus inicios. Diferentes casos han alimentado sobre todo el melodrama: dos hombres (padre e hijo, hermanos, mejores amigos…) enfrentados por el amor de una mujer; dos féminas (madre e hija, hermanas, amigas…) que se disputan el cariño de un amante , y por ahí todas las (in)variantes conocidas.
Mas ocurre que en los últimos años, y ante el auge de la diversidad sexual, lo que ya se había tornado lugar común deviene cierta novedad cuando la fórmula “ella (él) o yo” de la tríada sustituye la conjunción por “y”. La más reciente semana de cine alemán trajo, entre sus propuestas más atractivas un filme precisamente titulado Tres (Tom Tykwer, 2010) en la que un hombre bisexual sostenía relaciones con un matrimonio hetero, cada uno por su cuenta, hasta que al final, cuando se descubre todo deciden mantener el vínculo unidos en el simbólico número.
Ahora nos llega El sexo de los ángeles, coproducción hispano-brasileña dirigida en 2012 por Xavier Villaverde, que nos presenta a una armónica pareja -Carla y Bruno- la cual empieza a resquebrajarse cuando aparece Rai, quien se prende del segundo. ¿Cómo resolverá ese objeto del deseo de la mujer, hasta ahora único amor y del hombre que ha despertado en aquel sentimientos y sensaciones nunca experimentados, tal dualidad?
De ello da fe este filme que en sus 105´muestra contradicciones, giros en los procedimientos y sentires de los personajes protagónicos, pactos cimentados y pronto quebrados, alianzas estratégicas y tácticas no siempre acertadas, pero donde la complejidad de la proyección erótica, el corpus generalmente inasible de la bisexualidad –en este caso masculina- y aún más, las “razones del corazón” aparecen expuestas y desarrolladas a lo largo del relato.
Sin embargo, el director Villaverde no ha logrado atrapar de modo coherente y convincente ese inmenso universo que se va creando entre los tres amantes: no solo desde el punto de vista narrativo El sexo…(título, a propósito, prestado de una famosa novela del catalán Terenci Moix) se resiente por frecuentes circunloquios y pasos en falso, sino que en ese compacto mundo del dramatis personae quedan no pocos cabos sueltos, procederes y acciones sin suficiente justificación dramática y ausencia de un mejor diseño caracterológico.
A pesar de ello, el filme logra mantener el interés hasta el final como quiera que se aparta de la tradición que el triángulo amoroso ha generado en el cine, y de cualquier manera se introduce en el insondable mundo de la sexualidad humana y algo aún más inatrapable: los sentimientos.
Las actuaciones de Astrid Berges-Frisbey, Álvaro Cervantes y Llorec González no decepcionan: se introducen en las contradictorias pieles de esa tríada que se ama, lucha por ello y avanza con frecuencia a ciegas sin saber adónde llegarán ; algo que, ya decíamos, tampoco lo tiene muy claro el director de una película, que no obstante ofrece suficientes pautas para un enriquecedor debate.