El Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes brindará su escenario para la celebración de concierto de la española Julia León, que compartirá con el público una selección musical en la que predominará la música Sefardí.
Isadora Cruz, en el violín; Elcilia Ponce, en el piano; Roberto Ross, en la percusión; y Aliosky Leyva, en el bajo y la guitarra, son algunos músicos cubanos invitados al concierto, programado para el martes 22 de abril a las 3:00 p.m. Estos instrumentalistas, que acompañarán a la cantante española en este encuentro con el público cubano, también interpretarán algunas de sus composiciones propias.
“Vamos a hacer muchos temas de música Sefardí, que es la cultura de los judíos expulsados en 1492”, comentó Julia León a nuestro sitio. “Esta música resulta por un lado muy cercana, y por otro, muy exótica porque tiene de mediterráneo, de árabe y de oriental”, agregó.
Además, el concierto contará con la participación de la bailarina Isabel Blanco, que en esta ocasión desempeñará un rol de poetisa en la lectura de textos escritos especialmente para este encuentro.
Dos bailarinas de la compañía Retazos completan el elenco que acompañará a la cantante durante la tarde del martes.
El trabajo de recopilación de folklore Sefardí realizado por Julia León durante décadas, fue declarado Patrimonio Cultural de España en el año 2010.
Julia León: el arte, la psicología y el CENESEX
La también psicóloga viajó a La Habana para impartir en el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) un curso sobre Constelaciones Familiares Sistémicas. Para ella, la psicología y el arte son vocaciones que se complementan “porque en un concierto lo que haces es crear un espacio de amor, donde todos tienen un sitio, y es esta relación la que también creas en las constelaciones.”
Es la segunda ocasión que la especialista brinda su experiencia a especialista del CENESEX y otras instituciones. “En la vida cotidiana lo que no nos gusta lo dejamos de lado y cortamos los vínculos, mientras que en las constelaciones se trata es de integrar porque el universo lo tiene todo concatenado”, comentó sobre el taller.
Con estos saberes compartidos llegará Julia León a Bellas Artes, donde ofrecerá un concierto dedicado a la Jornada cubana maternidad y paternidad. Iguales en derechos y responsabilidades, evento organizado y promovido por el CENESEX.
Compartimos un texto escrito por artista:
PADRE, MADRE
Y
SALUD
LA MADRE
Es un puente entre el pasado y el presente. De ella recibimos ser trasmisores de los valores pasados. Al vincularnos con nuestra madre nos vinculamos con todo nuestro pasado, con el origen de la vida, la salud, la capacidad de amar y el éxito. La gestación es nuestro período de vida de mayor abundancia, el único período con todas las necesidades cubiertas. Si tomamos a la madre tal como es, nos gusta la vida y la existencia tiene sentido.
EL PADRE
Al tomar a nuestro padre nos abrimos al futuro, al mundo, a la realización personal y profesional. Del padre recibimos la fuerza de superación, de adaptación a la realidad, de supervivencia y de entrega a un proyecto. Si tomamos al padre tal como es, sabemos qué hacer con nuestra vida.
*El hombre tiene en su vida dos grandes momentos de renuncia que no tiene la mujer. El niño a partir de los cuatro o cinco años siente la necesidad de acercarse a la energía del padre; esto conlleva a la ruptura del amor fusión con la madre.
La niña también hace este movimiento hacia el padre; pero la renuncia al padre no es tan dolorosa, ya que vuelve a la relación que tenía desde el principio de su existencia con la madre, aunque ya no posea el mismo nivel de fusión; además este movimiento de vuelta hacia la madre, lo hace en la preadolescencia, en una edad que puede afrontar con más fuerza la pérdida o separación del padre.
*El segundo período de renuncia del varón es cuando, siendo un joven padre, se da cuenta que la simbiosis biológica madre-hijo es tan autosuficiente que no le queda más remedio que situarse al lado, en el mejor de los casos; y que su apoyo está en el exterior de esta fusión.
En cuanto asiente con esta nueva renuncia de poder seguir con lo femenino, encuentra su papel en la sociedad y en la familia. En caso contrario tiene dos opciones, cada una de ellas con múltiples variantes: se somete o agrede. Con el agravante de que puede competir con los hijos por el amor de la madre, de donde derivan muchas patologías, pues entre otras dificultades que le plantea a la madre, está la de verse forzada a elegir entre el marido o el hijo.
Si el padre asume su lugar, su presencia junto a la madre es fundamental en todo el proceso de crecimiento y equilibrio del hijo.
Un progenitor solo con un hijo tiende a la simbiosis con el hijo, simbiosis precursora de psicosis. La simbiosis imposibilita hacerse con la realidad exterior.
LA MADRE Y EL PADRE
Tanto nuestra madre como nuestro padre, tuvieron a su vez padre y madre y son portadores ambos de energías, masculina y femenina. Al fundirse padre y madre se funden las dos ramas de los dos sistemas familiares. El hijo tiene en cada célula de su cuerpo 50% de rama paterna y 50% de rama materna. Si la madre rechaza al padre, sin saberlo, rechaza a la mitad del hijo; el hijo lo sentirá como un rechazo propio y se enfrentará a la madre, sin saber en la mayoría de los casos, ni siquiera por qué se enfrenta. Lo mismo sucede si la excluida es la madre.
Al tomar a mi madre tal como es, abrazo a toda mi rama materna, hombres y mujeres. Al tomar a mi padre tal como es, abrazo a toda mi rama paterna, hombres y mujeres.
Aceptar la vida es hacer frente a sus retos, enfrentar los conflictos y resolverlos por mucho que nos cueste. Bloquearnos frente a un conflicto, es rechazar la vida como es; es privarnos de la fuente de la abundancia y de la fuerza. Por lo tanto ponemos en peligro nuestra salud y se dificulta la supervivencia.
Si situamos el conflicto fuera de nosotros, buscando culpables de nuestra situación, también buscaremos la solución como si pudiera venir de afuera.
El conflicto desencadenante es el movimiento interrumpido hacia la madre o el padre. Tanto por la imposibilidad de acercarse a su progenitor, como por el rechazo al mismo, al no poder asumir el dolor provocado por la distancia.
LA BUENA y MALA CONCIENCIA
La mala conciencia es una emoción que se pone en marcha cuando nos alejamos de algo o alguien que hasta ahora nos daba seguridad.
En las primeras etapas de la humanidad, la pertenencia al clan y el respeto por sus normas, era parte de la supervivencia; hoy no es así, pero arrastramos esa conciencia. Hoy nos podemos permitir cierta autonomía con respecto a los grupos grandes, a la tradición familiar, a las normas religiosas o a la fidelidad a las normas culturales del país. Pero esta autonomía tiene un precio: el sentimiento de culpa y la soledad, pues ya no será admitido como un igual entre los que siguen fieles a lo que él abandona.Si consigue asumir el daño que está haciendo a los que deja y seguir amándolos, entonces sí; su nuevo proyecto será un ir con la vida, ir a más. Y al mismo tiempo será una oportunidad de crecimiento para los que se quedan. Si no puede asumir, entonces el sentimiento de culpa y la separación serán inevitables así como el resentimiento, y reprochará a los que se quedan su enfado. En ese caso todos irán a menos, y las dificultades de supervivencia se multiplican para el que no sigue la norma.
Cuando alguien obedece a su conciencia moral es para ser fiel a su tribu, sea la que sea; en ese momento y se siente aliviado, tranquilo. La persona se hace adulta cuando deja de someterse a la tiranía de la conciencia moral y hace lo que realmente quiere hacer, asumiendo el daño que eso puede causar a su clan.
Somos capaces de morir o matar para seguir teniendo buena conciencia. No tiene nada que ver con el bien o el mal, solo tiene que ver con la necesidad de seguridad. Buena conciencia significa sentirme seguro con el grupo al que pertenezco. Marco mi pertenencia con mi atuendo, mi manera de hablar, mis valores, mis decisiones, gustos, intereses…; a los demás no los veo como personas como yo, los percibo como amenazas para mi seguridad. Y mi deseo es eliminar a los perturbadores, los juzgo y los condeno.
La raíz de la enfermedad es nuestra buena conciencia o conciencia moral que nos permite sentir que alguien es malo y excluirlo de nuestro mundo tranquilamente. Cada vez que juzgamos creamos un síntoma o una enfermedad.
Otra faceta de la buena conciencia es el amor ciego que hace que un hijo asuma inconscientemente el sufrimiento del padre o de la madre y lo lleve como propio. Cada vez que actuamos en función de las expectativas de otros o del sufrimiento del padre o de la madre, creamos un síntoma o una enfermedad.
LA VIDA
Vivimos en estado de cambios permanentes -el Universo jamás se detiene-; también sentimos ahora una aceleración de estos movimientos con la sensación de que la toma de conciencia es urgente, de que la humanidad entera nos hemos puesto en el límite de la supervivencia.
Lo que nosotros llamamos “historia” son los últimos 6.000 o 8.000 años, apenas la última respiración del ser humano; al resto de los miles y miles de años, desde la aparición de la humanidad, le llamamos prehistoria.
Durante todo ese período de la “prehistoria” la organización social de la humanidad era matrilineal, solo se conocía la línea de la madre; como ocurre en la mayoría de los mamíferos hoy en día, no asocian la sexualidad con la procreación y por tanto desconocen la existencia del padre. Los representantes masculinos para los varones, han sido durante muchos miles de años los hermanos de la madre; todavía existen muchos vestigios de esa forma de organización social en los humanos.
El conocimiento de la relación sexualidad-procreación, el desarrollo de la inteligencia y seguramente el alargamiento en el período de crianza-los antropólogos hablan de que estamos ya en el umbral en que la esperanza de vida llegue a los 140 años y el período de aprendizaje hasta los 40-, son posiblemente, entre otros, los factores desencadenantes de la necesidad de integración del varón en la crianza: PATRIARCADO.
Esto supone un cambio radical en la organización social. Cualquier especie para cambiar su organización social, emplea miles de años, nosotros lo estamos haciendo en apenas unos pocos, aunque no lo parezca, vamos a toda velocidad.
La sociedad matrilineal no es jerárquica. Tenemos la mente actual estructurada en jerarquías, clases sociales o categorías; desde las más ínfimas, hasta las más importantes: militares, empresarios, sacerdotes, políticos, presidente, rey y finalmente Dios. Por eso asociamos sin ningún escrúpulo la etapa matrilineal con “mandaba la mujer”. Nos cuesta entender otro tipo de estructura en el que mande la vida y no se imponga un ser humano sobre otro.
Si nos fijamos en alguna especie mamífera como los elefantes por ejemplo, veremos que tienen distribuidas distintas funciones para la supervivencia de la especie, sin que ello signifique categoría alguna. Las hembras avanzan con la manada, cuidando y defendiendo a las crías; y los machos amplían territorio, investigando nuevas posibilidades que comunican a la manada con distintas señales. Cualquiera de las dos funciones es absolutamente imprescindible para su subsistencia y ninguna de las dos es más importante que la otra.
Nosotros también tuvimos ese reparto de funciones. Y en el cambio que ahora nos ocupa, ni el hombre ni la mujer tenemos muy claro cuál es nuestro sitio y cuál el modo de actuar correcto.
El hombre no entiende a cambio de qué está perdiendo su libertad, a cambio de qué, sus valores masculinos no se respetan, no tiene la facilidad de la madre para hacer vínculo con el hijo, y además siente que su hijo le quita el sitio que había conquistado con la madre y que, en caso de separación, él también perdería a los hijos. Tiene todas las de perder. Es un recién llegado a una estructura que desconoce su funcionamiento, sus reglas y esta estructura, a su vez, desconoce sus valores, lo que él puede trasmitir.
Siente que solo tomando el poder y apoderándose de la mujer y de los hijos e imponiéndose puede conseguir un lugar dentro de la familia. Sus valores masculinos, de abrir nuevos caminos a la antigua usanza, ya no aportan nada al clan. El territorio físico está todo conquistado, hasta hemos llegado a la luna; en un afán de retomar sus valores a la desesperada, se invaden unos a otros en guerras de rapiña, importando “Guerras Santas” o “Santas Democracias”.
INTEGRACIÓN DE LO MASCULINO
Si hombres y mujeres, de una forma absolutamente urgente, no damos un lugar a lo masculino, abriendo ahora caminos diferentes, no físicos sino culturales, científicos, artísticos, de pensamiento, de investigación, de aventura, ampliando ese nuevo tipo de territorio y no hacemos un lugar para que los padres lo transmitan a nuestros hijos, e insistimos en que se adapten a nosotras, dejando de ser ellos, estaremos ante una postura suicida para todos.
Lo masculino está tan enfadado que maltrata a las mujeres, las mata, las odia, las viola, las margina, invade países, destruye la tierra y nos pone a todos en una situación de peligro de nuestra propia existencia. En la situación actual, ni la energía femenina es valorada, ni respetada la maternidad; esta sociedad no le da lugar, como tampoco a los niños y ancianos, a los que se les guarda y aísla, para que no molesten, en “guarderías” y “residencias” y, por supuesto, tampoco a la paternidad. Estamos obligados a relacionarnos, defendiéndonos unos de otras y otras de unos, como si de una guerra se tratara; pactamos con el enemigo o enemiga y nos acostamos con él o ella.
Lo que hasta ahora se ofrece al varón dentro de la familia, es convertirse en una madre de segunda, no en un padre; colaborar en el nido pero siendo la hembra la que sabe y dirige. Ante esta situación hay varias posturas: someterse “es el buen marido”, agredir e imponerse, sometiendo a la mujer “es el mal marido machista”, o abandonar, caso mayoritario, y convertirse en “padre ausente” aunque en muchas ocasiones siga viviendo en el mismo lugar, “padre desplazado dentro o fuera de la familia”.
Al mismo tiempo lo masculino seguirá con ansias de poder económico-social, desde donde dará la réplica a lo femenino de la falta de valoración dentro de la familia, discriminando a la mujer en el plano económico, político, social.
EVOLUCIÓN
Tendremos que mirarnos de frente y aceptar las diferencias que nos separan para poder ofrecernos una relación de amor, igualdad y respeto. Y no esperar que esa pareja cubra todas las carencias que arrastramos desde siempre. No es nuestra madre, cuando estábamos en el útero, por lo tanto no puede cubrir todas nuestras necesidades. Tendremos que atrevernos a sentir con quién estamos viviendo.
¿Que cómo se hace? Haciendo.
HOMBRE o MUJER, pon en marcha tu energía masculina, investiga y abre nuevos caminos. Adéntrate en lo desconocido. Asómate al abismo. Vive la aventura. Refuerza la comunicación. Cuestiona todo y cuestiónate a ti.
HOMBRE O MUJER, defiende la maternidad y paternidad, no permitamos que nos la roben con la excusa de cuidados médicos o el puesto de trabajo; refuerza los vínculos familiares. Se persona, se madre, se padre. Lo que abras para ti, es una conquista para todos-as. Nos está esperando. Todavía hay una esperanza si nos atrevernos a mirarnos de frente y a ver el dolor del otro, no solo el nuestro.
Al final somos energía eléctrica, moléculas, átomos, protones, electrones y todo en movimiento. Tú pon la intención y todo lo demás se pondrá en marcha. Hemos delegado tanto tiempo nuestro poder personal que perdemos de vista la cantidad de energía que somos capaces de movilizar con solo querer.
CAMINANTE NO HAY CAMINO
SE HACE CAMINO AL ANDAR