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Cortos cubanos en el Cine Club Diferente, martes 24 de septiembre, 8:00 p.m. Cine 23 y 12.
El arte cubano, incluso después de 1959 y durante décadas cubrió con un manto de silencio el tema de la diversidad sexual. Pero gracias a Dios, los tiempos cambian.
A partir de la cismática década de los 90 en el siglo pasado, la literatura (con los llamados “novísimos” de la narrativa) y los plásticos (dentro del fuerte e iconoclasta movimiento de mediados de los 80) tenían al gay como una suerte de huésped ilustre, llegado tarde (pero nunca demasiado, si la dicha es buena), al punto de que en la década siguiente difícil era no encontrar, sobre todo en la cuentística, algún ejemplo que, de un modo u otro, no aludiera al tema.
Sin embargo, el cine y su hermana “menor” (solo en la magnitud de su pantalla, bien se sabe) continuaban padeciendo el retraso y la timidez; aún el homosexual –y otras identidades semejantes– con la peculiaridad de sus conflictos, la singularidad de su(s) mundo(s), continuaba siendo persona non grata en la representación fílmica, o la integraba de modo tan superficial y maniqueo, que lo mejor parecía ser el silencio.
Fresa y chocolate (1993), sabemos, fue el “velo rasgado”, y a partir de entonces los abordajes son cada vez más audaces, más inclusivos y tan polémicos como la propia realidad que los alimenta.
La Muestra de Nuevos realizadores (o Muestra Joven ICAIC, tal se le nombra de un tiempo a acá) ha sido vanguardia en tal sentido desde sus primeras ediciones; cierto que con la mismas diferencias cualitativas que se aprecian en cualquier otro de los muchos temas y conflictos que esos bisoños cineastas focalizan en sus filmes, pero es evidente que hay una suerte de movida respecto a la diversidad erótica, con idénticas diferencias estilísticas y conceptuales, de género(s) –en todos los sentidos del término- que implica el hecho.
Tras un “botón de muestra” justamente en mayo de este mismo año, cuando el Cine Club arribó felizmente a su quinto aniversario (Iris, 2013, Erián Ruiz, en torno a la maternidad con signo lésbico) este mes propone una breve pero representativa (y sí, ¡diversa!) selección en el tiempo que recorre así mismo otros enfoques, poéticas y re-presentaciones.
A saber: Afuera (2012), de Vanessa Portieles y Yanelvis González , que presenta una relación gay en el difícil contexto del llamado “Maleconazo” en 1994 , que obtuviera premio de producción en la más reciente edición de la Muestra.
Ella trabaja ( 2007 ), de Jesús Miguel Hernández, que legitima los derechos laborales de la comunidad trans en Cuba, algo en lo que abunda el laureado Evangelio según Ramiro (2012), de Juan Carlos Sáenz de Calahorra , galardonado en el propio evento juvenil y nada menos que en el FINCL con el Coral al mejor documental, el cual incluye otro conflicto no menos importante: la religiosidad, en este caso católico-sincrética (afrocubana) que implica una colisión de la otredad erótica con las lecturas literalistas y ortodoxas de la Biblia. A propósito de religión, en torno a iniciaciones (que pudieran también ser eróticas), vocación y relación con los padres, ese mismo director discursa en Autorretrato con árbol (2010).
Una boda lésbica centraliza Easy Sailing (2012), de Hanny Marín, quien se acerca a la unión simbólica de dos jóvenes habaneras (Elizabeth y Mónica) que constituyen una armónica pareja.
Hombres y mujeres que se aman fuera de lo heteronormativo conforman, desde distintos puntos de vista, estos y otros audiovisuales que nos harán reflexionar en torno a otros tantos temas del amplio y diverso campo de la sexualidad humana, en el aquí y ahora de nuestra sociedad.