Cuando fui, como es habitual, al espacio de la UNEAC durante la VI Jornada Cubana contra la Homofobia, me satisfizo saber que en su programación se encontraba la presentación del libro Cuerpos de un deseo diferente, del poeta y dramaturgo Norge Espinosa.
Ediciones Matanzas, en su colección Puentes, daba a conocer al lector los ensayos, artículos y poemas que a lo largo de veinte años se diseminaran por las diferentes publicaciones locales y foráneas. Reunía el discurrir y el reflexionar del autor sobre la homosexualidad y sus (con)secuencias en la Isla. Debido a mi siempre levitada distracción, no sé por qué atribuí a Víctor Fowler la autoría del libro, en cambio, resultó ser uno de los presentadores junto a Yasmín Portales. Presentación de lujo, si se me permite calificar, puesto que contó con el sui generis texto de la bloguera y las palabras más que justa del autor de La maldición: una historia de placer como conquista al ubicar el libro dentro de la bibliografía imprescindible que compone el universo sexuado de la Nación cubana.
Espinosa ha demostrado ser difícil y poco condescendiente en el juicio crítico; repasa con igual honestidad los capítulos imprecisos y polémicos de nuestra literatura, teatro y vida política con un rasero que, a veces, produce enconos y contrapunteo con críticos consagrados. Puesto que en su dimensión de homme de lettres ha penetrado y desmontado enfoques tendenciosos y poco sistemáticos, viciados del ostracismo, conformismo y cabildeo académico.
Además su acerado y punzante conocimiento del campo cultural cubano, lo hace un intelectual polémico e incómodo. Constituye en medio de estas tensiones, la otra historia, la de la alteridad sexuada, e insiste en diagramar la sexualidad en relación con la cultura, política y vida cotidiana que no siempre muestran interrelaciones visibles. Sin dudas, es el ejercicio de recordar, de custodiar la memoria cultural que reseña, con desenfado y respeto, vida y muerte de Martha Strada y Olga Guillot, voces ineluctables de la cancionística cubana que decidieron ser parte de una diáspora y exilio políticos. El autor de Las breves tribulaciones retorna sobre la memoria de la Nación y restablece la presencia (o existencia) de los muertos, vivos y los de la diáspora para bosquejar una historia por escribir.
Tal pareciera un reclamo sempiterno de Espinosa cuando afirma que “el cubano, atrapado en un ejercicio de recordar que es otra manera de olvido, ha sido una y otra vez víctima de esa ilusión, según las determinadas acciones no tuvieron antecedentes”. Se enfrenta, por supuesto, contra la vaciedad discursiva impuesta, un manto de silencio, en torno a la homosexualidad y sus expresiones, que de otro modo, sería considerada una actualidad ramplona y cursi caída del cielo sin causa aparente, sin ningún vínculo con la historia y el pasado de Cuba: Rezagos de una decadente moral burguesa, o más recientemente, juegos de máscaras de la postmodernidad para deconstruir cuerpos y géneros.
Cuerpos…nos proporciona en su complicidad una mirada escrutadora de la realidad que nos absorbe en las dinámicas de una sociedad que, por un lado impulsa proyectos inclusivos y transicionales y, por otro, ralentiza la agilidad de la puesta en marcha de las demandas que legitiman los nuevos tiempos. Por eso la invitación de Norge Espinosa a historiar la Nación, no es una suma de datos cronológicos demarcados por cierta irreverencia azarosa; es, sino, el acecho a la fluencia que revitaliza el pasado en las múltiples lecturas del presente y del devenir, como una Cuba plural y abierta al diálogo con las minorías, los marginados, los diferentes. Es sobre todo una provocación más, para romper con el silencio y la invisibilidad (o la imbecilidad) de unos que intentan a toda costa marginar anhelos, aspiraciones y derechos de otros. Pero es también, el examen de narrar la Historia, que solo unos pocos sienten como deber. Desde el curso de su obra, Espinosa es partícipe de/en los procesos culturales y políticos de una Isla que desde la década de los 80 del siglo pasado, da muestra de vivir una revolución dentro de la Revolución. Esta frase tomada de las consignas cotidianas que nos acechan, procedente de Rosa Luxemburgo (lo que muchos ignoran), y repetida ad absurdum, ilustra el drama del cubano en su complejidad y diversidad, en sus conflictos y decisiones. No podemos omitir que los acontecimientos cismáticos en torno al derrumbe del muro berlinés produjeron una ruptura, a su vez, con los modelos discursivos de los 70 y la emergencia de temas vedados en el debate público insular. A pesar de las estrecheces económicas en los 90, la esfera pública o la sociedad civil, se ampliaron (con sus reservas) para contener una realidad que los moldes del socialismo soviético en crisis ya daba muestra de obsolescencia.
Textos capitales como “Historiar en el vacío: arte, gays y espacio social en Cuba”, “Otro color para una Cuba rosa” y “Bajo la luz de un sol extraño: homoerotismo y teatro en Cuba”, confluyen y aportan una visión coherente de lo que ha sido el proceso de la cultura cubana en su performance diaria y, el lente desmitificador del autor que nos incita a interpelar la hegemonía e historia oficial, el discurso político e intelectual para hacer tangible esa substancia óntica que es ser cubano. No en balde, Cuerpos… sustenta desde el discurso la metáfora del cuerpo/Nación una serie de prácticas simbólicas, producto de remanentes históricos y reelaboración política, en tanto, cada día es menos posible contener en una variante discursiva, las diversas maneras de expresión de la identidad. Norge Espinosa pone el dedo en la llaga, cuando nos convida a pensar en varias Cubas posibles, en varios cuerpos/Naciones que conviven en función de nuestras individualidades y legitimidad de acceder al espacio social.
Por tales motivos, Cuerpos…, es otra posibilidad hacia la búsqueda de más espacios de participación e inclusión. Es la oportunidad de cerrar la brecha entre los cubanos y detenernos a preservar lo realmente valioso como bien común, sin que medien por ello, prejuicios y coarte deliberadamente la oportunidad de todos a construir una Nación, donde la ley primera sea el respeto a la dignidad plena de hombres, mujeres y homosexuales, de negros, mulatos y blancos, de marxistas y religiosos, de los de adentro y los de afuera, en fin, de todos, diría Martí. Norge Espinosa lo hace con su semilla de montañas (dejemos las falsas modestias) e incorpora otros colores a la Isla, una nueva hermenéutica para comprendernos en nuestros dilemas diarios.
Cuerpos…, es una buena oportunidad, démosle paso.